Silenciando a un testigo amante de la velocidad.
El 18 de junio del 2001, el mundo fue testigo del estreno de “Rápidos y Furiosos” una película cuya trama giraba alrededor de carreras callejeras, mujeres, luces y ruido a raudales en un ambiente donde las reglas no se aplicaban. Su éxito fue rotundo entre quienes vemos a los autos como mucho más que tan solo un medio de transporte, pues nos adentró en un mundo donde la acción se vivía cada noche y todo era diversión. Sin embargo, lejos de ser tan solo una buena película con cada vez mejores secuelas, “Rápidos y Furiosos” cambió el mundo e indirectamente ha generado billones de dólares en ingresos.
Nos referimos al tuning, una práctica que con el estreno de este largometraje, llegó a cada rincón del planeta y masificó una industria hasta ese momento pálida. Desde los aros de grandes dimensiones, los escapes ruidosos, las luces de colores, los stickers, butacas, timones y palancas modificados, pasando por los equipos de sonido de miles de dólares, R&F presentó todo y en menos de dos horas, nos abrió un arsenal de posibilidades.
Los encargados de esta tarea fueron varios actores poco conocidos, entre ellos Vin Diesel y Paul Walker, los principales rivales en un principio y grandes amigos en las secuelas, así como en la vida real. Walker es conocido por su fanatismo por los autos japoneses, entre ellos el Mitsubishi Lancer Evolution y el Nissan GTR, poderosos exponentes de la tracción en las cuatro ruedas y de aceleraciones en recta y curva que quitan el aliento a cualquiera.
El actor condujo ambos modelos en varias de las escenas más importantes de las películas, demostrando que “caña” no le faltaba y que su pasión por los autos iba más allá que la presentada frente a las cámaras. Nos encontramos frente a un fanático de los carros con todas las de la ley, que vivía a alta velocidad y no tenía miedo pues la adrenalina era lo único que importaba así pusiera su propia vida en juego, y todo por diez segundos o menos de placer al volante.
Fue a bordo de un Porsche Carrera GT, rojo e inmaculado, que Paul ocupó como copiloto por última vez donde la historia de Brian O’Conner llegó a su final, de manera brutal, intempestiva, y demasiado real. Paul Walker murió a bordo de uno de los autos más seguros, conducido por su mejor amigo, un piloto de carreras y según las últimas informaciones, ambos circulaban respetando el límite de velocidad (70km/h) y por algún motivo el Porsche -sin frenar- se fue contra un árbol y luego explotó. Sabemos que ambos tenían una Fundación de ayuda y al parecer habrían descubierto asuntos ilegales llevados a cabo por el gobierno norteamericano y lo pagaron con su vida.
Adiós, Paul.
2 Comentarios
Que descanse en paz y desde donde estés, estaremos pendientes de tu ejemplo
, que Papá Dios te tenga en su gloria.
Adios Mr. Walker
PAUL ESTAS Y ESTARAS SIEMPRE CON LOS QUE AMAMOS LA VELOCIDAD,NOS DEJASTE ,PERO NOS DEJAS UNA ENSEÑANSA EN TU PARTIDA ………LA VELOCIDAD Y LA SEGURIDAD VAN DE LA MANO ,HAY PISTAS ADECUADAS PARA CADA CARRO DE ALTA VELOCIDAD…………………………ADIOS AMIGO DE LA VELOCIDAD